El amor se expresa y se entiende de muchas maneras. El amor de los padres a sus hijos, el amor del novio por su novia, el amor de amigo que te acompaña en las buenas y en la malas, el amor por las mascotas o el amor de Dios, son una pequeña muestra en una baraja de expresiones. Sin embargo, aquellos que trabajan en toda la cadena que abarca la gastronomía, entienden que la cocina es una de las maneras más auténticas de transmitir un sentimiento tan grande como lo es el amor.
Si se piensa en todas las veces que la salsa no ligó, que el merengue no subió e inclusive que la arepa se quemó, se halla un factor común. Al preparar un alimento, se involucra el quehacer de las manos y se conecta con la emoción de quien cocina. Un cocinero que se siente feliz, amado, respetado; que se siente valorado y que su actuar tiene un sentido, que siente verdadero amor por lo que hace, transmite todos estos sentimientos a sus preparaciones - y viceversa-.
El sancocho de la abuela, el plato emblema de un chef con estrellas Michelin, las empanadas con el pique de la señora de la esquina que lucha por sacar adelante a sus hijos, y el cupcake de la sobrina en su cocinita de Fisher Price, tienen sabores característicos que van más allá de los ingredientes- o de la verosimilitud-, porque llegan y salen desde lo más profundo del corazón.
La llegada de Felipe Pombo Restrepo a La Beautiful, abrió una puerta mágica que demuestra la fuerza de la transmisión de ese amor tan único y especial. Su inocencia, su lucha, su felicidad de saberse útil y trabajando, la confianza de sentirse aceptado, el respeto que evoca ante su familia, ha hecho que todo en la cocina adquiera un nuevo significado; porque así como se transmiten sentimientos con las manos, revoloteando entre los vapores de las ollas también queda impregnada esa misma inspiración.
La verdadera inclusión, la diversidad, la aceptación y la igualdad, se construyen con las leyes de un congreso pero sobre todo, con la fuerza del amor.